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sexta-feira, 27 de setembro de 2013

Mujica no ONU







A transcrição o discurso do presidente Mujica na Assembleia da ONU (feita pelo jornal uruguaio República):

Amigos todos, soy del sur, vengo del sur. Esquina del Atlántico y del Plata, mi país es una penillanura suave, templada, una historia de puertos, cueros, tasajo, lanas y carne. Tuvo décadas púrpuras, de lanzas y caballos, hasta que por fin al arrancar el siglo XX se puso a ser vanguardia en lo social, en el Estado, en la enseñanza. Diría que la socialdemocracia se inventó en el Uruguay.
Durante casi 50 años el mundo nos vio como una especie de Suiza. En realidad, en lo económico fuimos bastardos del imperio británico y cuando este sucumbió vivimos las amargas mieles de términos de intercambio funestos, y quedamos estancados añorando el pasado.
Casi 50 años recordando el Maracaná, nuestra hazaña deportiva. Hoy hemos resurgido en este mundo globalizado tal vez aprendiendo de nuestro dolor. Mi historia personal, la de un muchacho- porque alguna vez fui muchacho- que como otros quiso cambiar su época, su mundo, el sueño de una sociedad libertaria y sin clases. Mis errores son en parte hijos de mi tiempo. Obviamente los asumo, pero hay veces que medito con nostalgia
Obviamente los asumo, pero hay veces que medito con nostalgia
¡quién tuviera la fuerza de cuando éramos capaces de albergar tanta utopía! Sin embargo no miro hacia atrás porque el hoy real nació en las cenizas fértiles del ayer. Por el contrario no vivo para cobrar cuentas o reverberar recuerdos.
Me angustia, y de qué manera, el porvenir que no veré, y por el que me comprometo. Sí, es posible un mundo con una humanidad mejor, pero tal vez hoy la primera tarea sea cuidar la vida.
Pero soy del sur y vengo del sur, a esta asamblea, cargo inequívocamente con los millones de compatriotas pobres, en las ciudades, en los páramos, en las selvas, en las pampas, en los socavones, de la América Latina patria común que se está haciendo.
Cargo con las culturas originales aplastadas, con los restos del colonialismo en Malvinas, con bloqueos inútiles a ese caimán bajo el sol del Caribe que se llama Cuba. Cargo con las consecuencias de la vigilancia electrónica que no hace otra cosa que sembrar desconfianza. Desconfianza que nos envenena inútilmente. Cargo con una gigantesca deuda social, con la necesidad de defender la Amazonia, los mares, nuestros grandes ríos de América.
Cargo con el deber de luchar por patria para todos.
Para que Colombia pueda encontrar el camino de la paz, y cargo con el deber de luchar por tolerancia, la tolerancia se precisa para con aquellos que son distintos, y con los que tenemos diferencias y discrepamos. No se precisa la tolerancia para los que estamos de acuerdo.
La tolerancia es el fundamento de poder convivir en paz, y entendiendo que en el mundo somos diferentes.
El combate a la economía sucia, al narcotráfico, a la estafa, el fraude y la corrupción, plagas contemporáneas, prohijadas por ese antivalor, ese que sostiene que somos felices si nos enriquecemos sea como sea. Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales. Les ocupamos el templo con el dios mercado, que nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas y tarjetas, la apariencia de felicidad.
Parecería que hemos nacido solo para consumir y consumir, y cuando no podemos cargamos con la frustración, la pobreza, y hasta la autoexclusión.
Lo cierto hoy es que para gastar y enterrar los detritos en eso que se llama la huella de carbono por la ciencia, si aspiraramos en esta humanidad a consumir como un americano medio promedio, sería imprescindible tres planetas para poder vivir.
Es decir nuestra civilización montó un desafío mentiroso y así como vamos, no es posible para todos colmar ese sentido de despilfarro que se le ha dado a la vida. En los hechos se está masificando como una cultura de nuestra época, siempre dirigida por la acumulación y el mercado.
Prometemos una vida de derroche y despilfarro, y en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza, contra la humanidad como futuro. Civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos naturales.
Lo peor: civilización contra la libertad que supone tener tiempo para vivir las relaciones humanas, lo único trascendente, el amor, la amistad, aventura, solidaridad, familia.
Civilización contra tiempo libre no paga, que no se compra, y que nos permite contemplar y escudriñar el escenario de la naturaleza.
Arrasamos la selva, las selvas verdaderas, e implantamos selvas anónimas de cemento. Enfrentamos al sedentarismo con caminadores, al insomnio con pastillas, la soledad con electrónicos, porque somos felices alejados del entorno humano.
Cabe hacerse esta pregunta, huimos de nuestra biología que defiende la vida por la vida misma, como causa superior, y lo suplantamos por el consumismo funcional a la acumulación.
La política, la eterna madre del acontecer humano quedó limitada a la economía y al mercado, de salto en salto la política no puede más que perpetuarse, y como tal delegó el poder y se entretiene, aturdida, luchando por el gobierno. Debocada marcha de historieta humana, comprando y vendiendo todo, e innovando para poder negociar de algún modo, lo que es innegociable. Hay marketing para todo, para los cementerios, los servicios fúnebres, las maternidades, para padres, para madres, pasando por las secretarias, los autos y las vacaciones. Todo, todo es negocio.
Todavía las campañas de marketing caen deliberadamente sobre los niños, y su psicología para influir sobre los mayores y tener hacia el futuro un territorio asegurado. Sobran pruebas de estas tecnologías bastante abominables que a veces, conducen a las frustraciones y más.
El hombrecito promedio de nuestras grandes ciudades, deambula entre las financieras y el tedio rutinario de las oficinas, a veces atemperadas con aire acondicionado. Siempre sueña con las vacaciones y la libertad, siempre sueña con concluir las cuentas, hasta que un día, el corazón se para, y adiós. Habrá otro soldado cubriendo las fauces del mercado, asegurando la acumulación. La crisis se hace impotencia, la impotencia de la política, incapaz de entender que la humanidad no se escapa, ni se escapará del sentimiento de nación. Sentimiento que casi está incrustado en nuestro código genético.
Hoy, es tiempo de empezar a tallar para preparar un mundo sin fronteras. La economía globalizada no tiene más conducción que el interés privado, de muy pocos, y cada estado nacional mira su estabilidad continuista, y hoy la gran tarea para nuestros pueblos, en mi humilde manera de ver, es el todo.
Como si esto fuera poco, el capitalismo productivo, francamente productivo, está medio prisionero en la caja de los grandes bancos. En el fondo son la cúspide del poder mundial. Más claro, creemos que el mundo requiere a gritos reglas globales que respeten los logros de la ciencia, que abunda. Pero no es la ciencia que gobierna el mundo. Se precisan por ejemplo, una larga agenda de definiciones, cuántas horas de trabajo y toda la tierra, cómo convergen las monedas, cómo se financia la lucha global por el agua, y contra los desiertos.
Cómo se recicla y se presiona contra el calentamiento global. Cuáles son los límites de cada gran quehacer humano. Sería imperioso lograr consenso planetario para desatar solidaridad hacia los más oprimidos, castigar impositivamente el despilfarro y la especulación. Movilizar las grandes economías, no para crear descartables, con obsolencia calculada, sino bienes útiles, sin fidelidad, para ayudar a levantar a los pobres del mundo. Bienes útiles contra la pobreza mundial. Mil veces más redituable que hacer guerras. Volcar un neo-keynesianismo útil de escala planetaria para abolir las vergüenzas más flagrantes que tiene este mundo.
Tal vez nuestro mundo necesita menos organismos mundiales, esos que organizan los foros y las conferencias, que le sirven mucho a las cadenas hoteleras y a las compañías aéreas y en el mejor de los casos nadie recoge y lo transforma en decisiones.…
Necesitamos sí mascar mucho lo viejo y eterno de la vida humana junto a la ciencia, esa ciencia que se empeña por la humanidad no para hacerse rico; con ellos, con los hombres de ciencia de la mano, primeros consejeros de la humanidad, establecer acuerdos por el mundo entero. Ni los Estados nacionales grandes, ni las transnacionales y muchos menos el sistema financiero debería gobernar el mundo humano. Sí la alta política entrelazada con la sabiduría científica, allí está la fuente. Esa ciencia que no apetece el lucro pero que mira el porvenir y nos dice cosas que no atendemos. ¿Cuántos años hace que nos dijeron determinadas cosas que no nos dimos por enterados? Creo que hay que convocar la inteligencia al comando de la nave arriba de la tierra, cosas de este estilo y otras que no puedo desarrollar nos parecen imprescindibles, pero requerirían que lo determinante fuera la vida, no la acumulación.
Obviamente, no somos tan ilusos, estas cosas no pasarán, ni otras parecidas. Nos quedan muchos sacrificios inútiles por delante, mucho remendar consecuencias y no enfrentar las causas. Hoy el mundo es incapaz de crear regulación planetaria a la globalización y esto es por el debilitamiento de la alta política, eso que se ocupa de todo. Por último vamos a asistir al refugio de acuerdos más o menos “reclamables”, que van a plantear un mentiroso libre comercio interno, pero que en el fondo van a terminar construyendo parapetos proteccionistas, supranacionales en algunas regiones del planeta. A su vez van a crecer ramas industriales importantes y servicios, todos dedicados a salvar y mejorar al medio ambiente. Así nos vamos a consolar por un tiempo, vamos a estar entretenidos y naturalmente va a continuar como para estar rica la acumulación para regodeo del sistema financiero.
Continuarán las guerras y por tanto los fanatismos hasta que tal vez la misma naturaleza lo llame al orden y haga inviable nuestras civilizaciones. Tal vez nuestra visión es demasiado cruda, sin piedad y vemos al hombre como una criatura única, la única que hay arriba de la tierra capaz de ir contra su propia especie. Vuelvo a repetir, porque algunos llaman la crisis ecológica del planeta, es consecuencia del triunfo avasallante de la ambición humana. Ese es nuestro triunfo, también nuestra derrota, porque tenemos impotencia política de encuadrarnos en una nueva época. Y hemos contribuido a construir y no nos damos cuenta.
¿Por qué digo esto? Son datos nada más. Lo cierto es que la población se cuadriplicó y el PBI creció por lo menos veinte veces en el último siglo. Desde 1990 aproximadamente cada seis años se duplica el comercio mundial. Podíamos seguir anotando datos que establecen la marcha de la globalización. ¿Qué nos está pasando? Entramos en otra época aceleradamente pero con políticos, atavíos culturales, partidos, y jóvenes, todos viejos ante la pavorosa acumulación de cambios que ni siquiera podemos registrar. No podemos manejar la globalización, porque nuestro pensamiento no es global. No sabemos si es una limitante cultural o estamos llegando a los límites biológicos.
Nuestra época es portentosamente revolucionaria como no ha conocido la historia de la humanidad. Pero no tiene conducción consciente, o menos, conducción simplemente instintiva. Mucho menos todavía, conducción política organizada porque ni siquiera hemos tenido filosofía precursora ante la velocidad de los cambios que se acumularon.
La codicia, tanto negativa y tanto motor de la historia, eso que empujó al progreso material técnico y científico, que ha hecho lo que es nuestra época y nuestro tiempo y un fenomenal adelanto en muchos frentes, paradojalmente, esa misma herramienta, la codicia que nos empujó a domesticar la ciencia y transformarla en tecnología nos precipita a un abismo brumoso. A una historia que no conocemos, a una época sin historia y nos estamos quedando sin ojos ni inteligencia colectiva para seguir colonizando y perpetuarnos transformándonos.
Porque si una característica tiene este bichito humano, es que es un conquistador antropológico.
Parece que las cosas toman autonomía y las cosas someten a los hombres. Por un lado u otro, sobran activos para vislumbrar estas cosas y en todo caso, vislumbrar el rumbo. Pero nos resulta imposible colectivizar decisiones globales por ese todo. Más claro, la codicia individual ha triunfado largamente sobre la codicia superior de la especie. Aclaremos, ¿qué es el todo?, esa palabra que utilizamos. Para nosotros es la vida global del sistema tierra incluyendo la vida humana con todos los equilibrios frágiles que hacen posible que nos perpetuemos. Por otro lado, más sencillo, menos opinable y más evidente. En nuestro occidente, particularmente, porque de ahí venimos aunque venimos del Sur, las repúblicas que nacieron para afirmar que los hombres somos iguales, que nadie es más que nadie, que sus gobiernos deberían representar el bien común, la justicia y la equidad. Muchas veces, las repúblicas se deforman y caen en el olvido de la gente corriente, la que anda por las calles, el pueblo común.
No fueron las repúblicas creadas para vegetar encima de la grey, sino por el contrario, son un grito en la historia para hacer funcionales a la vida de los propios pueblos y, por lo tanto, las repúblicas se deben a las mayorías y a luchar por la promoción de las mayorías.
Por lo que fuera, por reminiscencias feudales que están allí en nuestra cultura; por clasismo dominador, tal vez por la cultura consumista que nos rodea a todos, las repúblicas frecuentemente en sus direcciones adoptan un diario vivir que excluye, que pone distancia con el hombre de la calle.
En los hechos, ese hombre de la calle debería ser la causa central de la lucha política en la vida de las repúblicas. Los gobiernos republicanos deberían de parecerse cada vez más a sus respectivos pueblos en la forma de vivir y en la forma de comprometerse con al vida.
El hecho es que cultivamos arcaísmos feudales, cortesanismos consentidos, hacemos diferenciaciones jerárquicas que en el fondo socavan lo mejor que tienen las repúblicas: que nadie es más que nadie. El juego de estos y otros factores nos retienen en la prehistoria. Y hoy es imposible renunciar a la guerra cuando la política fracasa. Así se estrangula la economía, derrochamos recursos.
Oigan bien, queridos amigos: en cada minuto del mundo se gastan dos millones de dólares en presupuestos militares en esta tierra. Dos millones de dólares por minutos en presupuesto militar!! En investigación médica, de todas las enfermedades que ha avanzado enormemente y es una bendición para la promesa de vivir unos años más, esa investigación apenas cubre la quinta parte de la investigación militar.
Este proceso del cual no podemos salir, es ciego. Asegura odio y fanatismo, desconfianza, fuente de nuevas guerras y esto también, derroche de fortunas. Yo se que es muy fácil, poéticamente, autocriticarnos, personalmente. Y creo que sería una inocencia en este mundo plantear que allí existen recursos para ahorrar y gastarlos en otras cosas útiles. Eso sería posible, otra vez, si fuéramos capaces de ejercitar acuerdos mundiales y prevenciones mundiales de políticas planetarias que nos garanticen la paz y que nos den a los más débiles, garantía que no tenemos. Ahí habría enormes recursos para recortar y atender las mayores vergüenzas arriba de la Tierra. Pero basta una pregunta: en esta humanidad, hoy, ¿adonde se iría sin la existencia de esas garantías planetarias? Entonces cada cual hace vela de armas de acuerdo a su magnitud y allí estamos porque no podemos razonar como especie, apenas como individuos.
Las instituciones mundiales, particularmente hoy vegetan a la sombra consentida de las disidencias de las grandes naciones que, obviamente, estas quieren retener su cuota de poder.
Bloquean en los hechos a esta ONU que fue creada con una esperanza y como un sueño de paz para la humanidad. Pero peor aún la desarraigan de la democracia en el sentido planetario porque no somos iguales. No podemos ser iguales en este mundo donde hay más fuertes y más débiles. Por lo tanto es una democracia planetaria herida y está cercenando la historia de un posible acuerdo mundial de paz, militante, combativo y que verdaderamente exista. Y entonces, remendamos enfermedades allí donde hace eclosión y se presenta según le parezca a algunas de las grandes potencias. Lo demás miramos desde lejos. No existimos.
Amigos, yo creo que es muy difícil inventar una fuerza peor que el nacionalismo chauvinista de las granes potencias. La fuerza que es liberadora de los débiles. El nacionalismo tan padre de los procesos de descolonización, formidable hacia los débiles, se transforma en una herramienta opresora en las manos de los fuertes y vaya que en los últimos 200 años hemos tenido ejemplos por todas partes.
La ONU, nuestra ONU languidece, se burocratiza por falta de poder y de autonomía, de reconocimiento y sobre todo de democracia hacia el mundo más débil que constituye la mayoría aplastante del planeta. Pongo un pequeño ejemplo, pequeñito. Nuestro pequeño país tiene en términos absolutos, la mayor cantidad de soldados en misiones de paz de los países de América Latina desparramos en el mundo. Y allí estamos, donde nos piden que estemos. Pero somos pequeños, débiles. Donde se reparten los recursos y se toman las decisiones, no entramos ni para servir el café. En lo más profundo de nuestro corazón, existe un enorme anhelo de ayudar para que le hombre salga de la prehistoria. Yo defino que el hombre mientras viva con clima de guerra, está en la prehistoria, a pesar de los muchos artefactos que pueda construir.
Hasta que el hombre no salga de esa prehistoria y archive la guerra como recurso cuando la política fracasa, esa es la larga marcha y el desafío que tenemos por delante. Y lo decimos con conocimiento de causa. Conocemos las soledades de la guerra. Sin embargo, estos sueños, estos desafíos que están en el horizonte implica luchar por una agenda de acuerdos mundiales que empiecen a gobernar nuestra historia y superar paso a paso, las amenazas a la vida. La especie como tal, debería tener un gobierno para la humanidad que supere el individualismo y bregue por recrear cabezas políticas que acudan al camino de la ciencia y no solo a los intereses inmediatos que nos están gobernando y ahogando.
Paralelamente hay que entender que los indigentes del mundo no son de África o de América Latina, son de la humanidad toda y esta debe como tal, globalizada, propender a empeñarse en su desarrollo, en que puedan vivir con decencia por sí mismos. Los recursos necesarios existen, están en ese depredador despilfarro de nuestra civilización.
Hace pocos días le hicieron ahí, en California, en una agencia de bomberos un homenaje a una bombita eléctrica que hace 100 años que está prendida; ¡100 años que está prendida, amigo! Cuántos millones de dólares nos sacaron del bolsillo haciendo deliberadamente porquerías para que la gente compre, y compre, y compre, y compre.
Pero esta globalización de mirar por todo el planeta y por toda la vida significa un cambio cultural brutal. Es lo que nos está requiriendo la historia. Toda la base material ha cambiado y ha tambaleado, y los hombres, con nuestra cultura, permanecemos como si no hubiera pasado nada y en lugar de gobernar la civilización, esta nos gobierna a nosotros. Hace más de 20 años que discutíamos la humilde tasa Tobi. Imposible aplicarla a nivel del planeta. Todos los bancos del poder financiero se levantan heridos en su propiedad privada y qué sé yo cuántas cosas más. Sin embargo, esto es lo paradojal. Sin embargo, con talento, con trabajo colectivo, con ciencia, el hombre paso a paso es capaz de transformar en verde a los desiertos.
El hombre puede llevar la agricultura al mar. El hombre puede crear vegetales que vivan con agua salada. La fuerza de la humanidad se concentra en lo esencial. Es inconmensurable. Allí están las más portentosas fuentes de energía. ¿Qué sabemos de la fotosíntesis?, casi nada. La energía en el mundo sobra si trabajamos para usarla con ella. Es posible arrancar de cuajo toda la indigencia del planeta. Es posible crear estabilidad y será posible a generaciones venideras, si logran empezar a razonar como especie y no solo como individuo, llevar la vida a la galaxia y seguir con ese sueño conquistador que llevamos en nuestra genética los seres humanos.
Pero para que todos esos sueños sean posibles, necesitamos gobernarnos a nosotros mismos o sucumbiremos porque no somos capaces de estar a la altura de la civilización que en los hechos fuimos desarrollando.
Este es nuestro dilema. No nos entretengamos solos remendando consecuencias. Pensemos en las causas de fondo, en la civilización del despilfarro, en la civilización del use-tire que lo que está tirando es tiempo de vida humana malgastado, derrochando cuestiones inútiles. Piensen que la vida humana es un milagro. Que estamos vivos por milagro y nada vale más que la vida. Y que nuestro deber biológico es por encima de todas las cosas respetar la vida e impulsarla, cuidarla, procrearla y entender que la especie es nuestro nosotros.
Gracias.

fonte: http://www.sul21.com.br/jornal/todas-as-noticias/mundo/mujica-critica-sociedade-capitalista-em-discurso-na-assembleia-da-onu/

El Chaltén




terça-feira, 2 de julho de 2013

organizar la economía...

 


 "La necesidad de organizar la economía según la justicia y el respeto al ser humano, a los recursos y a la naturaleza ya no es una cuestión de opinión moral o política, sino un imperativo vital que nos exige a todas/os poner de nuestra parte. Claman las voces que nos recuerdan que el capitalismo nos lleva a un suicidio social y ambiental, por ello es trascendental toda iniciativa que reme en impulsar otra economía. Ya no es una utopía, es nuestra responsabilidad."


http://www.economiasolidaria.org/node/7286



A necessidade de organizar a economia segundo a justiça e o respeito ao ser humano, aos secursos e à natureza já não é uma questão de opinião moral ou política, se não um imperativo vital que nos exige a todas/os contribuir com a nossa parte. Clamam as vozes que nos recordam que o capitalismo nos leva a um suicídio social e ambiental, por isso é transcedental toda iniciativa que reme para impulsionar outra economia. Já não é uma utopia, e sim, nossa responsabilidade.

Serra do Corvo Branco - SC - 8jan2012






terça-feira, 25 de junho de 2013

Vencendo o terrorismo do medo: a hora da política




POR JORGE LUIZ SOUTO MAIOR

Quando se anunciava que um Partido dos Trabalhadores poderia chegar ao poder, difundiu-se a figura do medo. Medo da reforma agrária, medo da reforma urbana, medo do “comunismo”, enfim. Para tanto chegou-se até mesmo, em uma ocasião, a expor a vida privada do candidato Lula, para prejudicá-lo perante à opinião pública e, em outra, a colocar uma camiseta do PT em um sequestrador, que fora preso dias antes da eleição, difundindo-se a imagem.
Aliás, cabe lembrar que foi essa tática do medo do “comunismo” que nos conduziu à ditadura de Vargas, de 37 a 45, e a 21 anos de ditadura militar.
Pois bem, o que se percebe agora é a utilização da mesma tática, de forma invertida. Vê-se a difusão entre a esquerda da ideia de um medo quanto à mobilização que está nas ruas. “É coisa da direita”, diz-se. Diz-se, também, que o movimento foi invadido por “mauricinhos” e que a mobilização está sendo conduzida por setores poderosos da mídia, para desestabilizar o governo Dilma ou até para apoiar um golpe militar. E o que mais se escuta de pessoas bastante esclarecidas é: “estou com medo”.
Tenta-se, com isso, tirar as pessoas das ruas, sobretudo as que iniciaram o movimento e que possuem uma orientação política de esquerda, tomando-as, inclusive, como responsáveis pelo eventual avanço reacionário da direita no cenário das ruas.
Do ponto de vista da intelectualidade, quanto às pessoas que estão nas ruas, embora constitua uma coletividade cada vez mais complexa, tenta-se difundir a ideia de que se trata de um movimento uníssono, composto de jovens de classe média, despolitizados, que estão servindo de massa de manobra aos interesses de uma direita golpista, ou que professam, por convicção, valores reacionários de direita.
Essa simplificação não corresponde à realidade verificada nas ruas, até porque o movimento está ganhando as periferias da cidade, com pautas mais concretas e emergenciais.
No que se refere aos movimentos mais centrais, digamos assim, e considerando, sobretudo, aqueles que se iniciaram, sucessivamente, no Largo da Batata, na Praça da Sé e na av. Paulista, o que se percebeu, até a última quinta-feira, foi a exposição de um número muito grande de reivindicações. Mas, ainda que se pudesse verificar a presença de muitas pessoas intolerantes e, notoriamente, querendo insuflar uma pauta de oposição direta ao governo, não há como dizer que o movimento, na sua maioria, estivesse ligado a esse propósito. Havia um pouco de tudo e é impossível quantificar, com precisão, quantas pessoas tinham tal ou qual orientação política. Abstraindo as diferenças, o que se via, no geral, era um desejo de expressar um grito de insatisfação contra 500 anos de desmandos, o que se verberava, muitas vezes, sem organização ou coerência. Vi algumas pessoas que gritavam frases que eram politicamente contrárias entre si.
Mas, como dito por Boechat, seria demais exigir dessas pessoas que tivessem propostas prontas e acabadas para resolver os problemas do país, pois, no geral, saíram de suas casas, abruptamente, motivadas por um sentimento de solidariedade com relação aos jovens que lutavam por uma pauta específica, a redução da tarifa, e que foram vítimas de forte violência policial.
O aumento das reivindicações acabou sendo proporcional ao aumento da sensação de força que se atingiu com o crescimento das fileiras, sendo que a ampliação da pauta foi ditada pelo próprio MPL. Foi quando se disse: “não é só por R$0,20”, “queremos saúde e educação públicas de qualidade”.
Claro que a partir de então se estabeleceu uma luta pelo domínio ideológico da massa nas ruas. Mas isso, ao contrário do que se faz supor, foi percebido pelas pessoas que foram para as ruas. A mudança de perspectiva da grande mídia também foi percebida. Em certo modo, da percepção da utilização de sua presença na rua para dividendos políticos de partidos revelados e não revelados foi que surgiu um dos grandes lemas da experiência vivida, qual seja, o grito “sem partido”, que acabou se constituindo, igualmente, um dos grandes problemas dos atos.
Mas não me parece, observando “in locco” as manifestações, que esse grito representasse, naquele contexto e naquele instante, uma censura ditatorial a qualquer partido especificamente ou a negação da importância de sua existência, embora, claro, daí decorra o risco da fala poder servir à completa despolitização e, consequentemente, à formação de regimes ditatoriais, que, historicamente, cooptaram as massas com o discurso do nacionalismo e, pior ainda, com propósitos xenófobos. De todo modo, vale lembrar que o grosso dos manifestantes era de jovens e a sensação que se passava era a de que não queriam servir a finalidades políticas ainda não muito bem compreendidas por eles. Penso que havia um desejo enorme de, simplesmente, exercer uma liberdade de expressão, em prol de mudanças, embora houvesse, por certo, muitos propósitos reacionários, se consideramos a construção histórica dos últimos anos. Mas havia, também, e em grande número, jovens com extrema consciência política de esquerda, coisa que, ademais, há uns 10 (dez) anos era impensável.
Talvez, também, quisessem alcançar alguma unidade, fora das disputas partidárias, para possibilitar que o movimento crescesse ainda mais. Lembre-se que o MPL, que convocou as manifestações, foi constituído como uma entidade apartidária (embora não anti-partidos) e até então não havia se expressado, claramente, como um movimento de esquerda.
Cumpre entender que não estou defendendo isso. Não tenho dúvida da relevância dos partidos para a vida política e democrática de um país. Tento apenas entender um fato que presenciei, o que está, portanto, alheio ao meu desejo.
Relevante, ainda, extrair alguma conclusão a respeito. Ao contrário de criar uma aversão ao movimento, compete aos partidos escutarem a mensagem que estava, enfim, sendo transmitida nas ruas. Há de se destacar, por certo, o problema de que muitas daquelas pessoas (não todas, evidentemente), que preconizavam democracia, não foram suficientemente democráticas para ouvir os partidos e mesmo não foram capazes de reconhecer que os partidos socialistas, que caminhavam ao seu lado, apoiando as causas, sempre estiveram, historicamente, presentes nas lutas por mudanças na sociedade. Mas, também não se pode deixar de identificar que a tentativa abrupta, e sem qualquer estratégia ou explicação lógica, do Partido dos Trabalhadores, do governo, de entrar em um movimento que trazia pautas de pressão sobre o governo, foi um grande erro e, mais ainda, foi equivocado os partidos socialistas se unirem ao PT, naquele momento, por conta de uma causa comum, a da defesa da participação dos partidos no ato, portando suas bandeiras. Isso gerou uma espécie de irritação generalizada, que provocou nos mais exaltados, uns ligados a movimentos ultradireitistas, uma reação violenta (que não se justifica, de modo algum, obviamente), provocando um marco trágico na manifestação, que foi a expulsão, pela força, de todas as pessoas que portavam bandeiras de partidos e daquelas que, como eu, caminhavam ao seu lado.
Mas não é irrelevante notar que o grupo dos anarquistas, que não era pequeno, continuou na avenida e, sem ser hostilizado, manteve-se gritando palavras de ordem, denunciado o caráter elitista, racista e violento (contra os pobres) de nossa sociedade.
O problema maior foi o de que, mesmo antes do crescimento das mobilizações, houve uma partidarização das análises, que, por mais paradoxal que possa parecer, retirou o caráter mais politizado das reivindicações, que, no geral, questionavam, naquele instante mais diretamente, o modelo de sociedade em que vivemos, o capitalismo. O mundo verifica um abalo geral do capitalismo e, de modo geral, os movimentos espontâneos de estudantes pelo mundo afora tratam da discussão do capitalismo, senão expressamente direcionando-se na direção do socialismo – embora essa pauta também se ponha –, ao menos na perspectiva da contraposição às concepções liberais ou, mais propriamente, neoliberais, preconizando maior intervenção do Estado (Social) na economia, por meio da promoção dos direitos sociais, que têm sido negligenciados desde o final do século passado.
Mesmo os tais “mauricinhos” – deixando claro que não gosto da expressão –, que, depois se integraram ao movimento, foram para as ruas defender saúde pública, educação pública e transporte gratuito (ao menos mais barato). Até mesmo a discussão em torno da corrupção, embora servisse ao enfrentamento eleitoral contra o governo, se bem compreendida, não está desvinculada do debate acerca do modelo de sociedade, pois, para a execução das atividades públicas, é preciso dinheiro; e o furto do dinheiro público é, sem a menor dúvida, o maior crime que se pode cometer contra o Estado Social. Haver-se-ia, pois, de acoplar a essa reivindicação uma discussão mais concreta, e politizada, da necessidade do Estado em coibir a sonegação, sobretudo diante de uma realidade em que é cada vez mais comum a prática de transformar empregados em “PJs”, para não pagar contribuições previdenciárias (sociais) e impostos – e vários dos estudantes e profissionais nas ruas são vítimas dessa supressão reiterada de direitos  –, demonstrando o quanto isso constitui igual crime contra o Estado Social.
Na mesma linha, dever-se-ia aproveitar o momento para desenvolver senso crítico à transmissão vertical e horizontal da produção das grandes empresas para pequenas empresas, pois isso dificulta a responsabilização daquelas com relação às obrigações sociais, uma discussão que atrai a compreensão em torno da necessidade do fim da terceirização, que implica, além disso, segregação, invisibilidade, precarização e alto custo social com benefícios previdenciários, decorrentes da insegurança no trabalho.
Seria oportuno, ainda, trazer à baila a discussão em torno da tributação das grandes fortunas, buscando um sistema tributário mais justo, pois, no geral, no Brasil, quem ganha menos paga mais.
Aliás, na linha da mobilização contra a PEC 37, poder-se-ia realçar a relevância da atuação do Ministério Público Federal para coibir os crimes contra a ordem econômica, advindos especialmente da prática de falências fraudulentas, seguidas da “limpeza” dos bens do empreendimento, deixando em situação de penúria os trabalhadores; da constituição de empresas com capital estrangeiro, que se instauram no Brasil, exploram o trabalho dos empregados e depois somem sem deixar vestígios, prejudicando as empresas nacionais; e da constituição de empresas descapitalizadas ou cujo capital está em paraísos fiscais, atuando no mercado sem conferir garantias reais para efetivação das obrigações sociais, também em detrimento da concorrência. Da mesma forma, valeria ressaltar a importância da fiscalização do Ministério Público do Trabalho e do próprio Ministério do Trabalho e Emprego, para verificação da regularidade trabalhista, buscando, de uma vez, a extinção do trabalho em condições análogas a de escravo, a preservação da saúde no ambiente de trabalho e a efetiva coerção ao descumprimento reiterado da legislação trabalhista, também utilizado como mecanismo de obtenção de vantagem econômica frente à concorrência.
Lembre-se, ainda, que, na origem, esse era um movimento de jovens e os jovens estão motivados por uma preocupação estrutural, na medida em que, pelo mundo afora – e eles têm notícia disso –, percebe-se a estagnação de um modelo de sociedade que não os acolhe, principalmente aqueles que se preparam intelectualmente. Para esses jovens da classe média a frustração é muito grande. Assumindo desde muito cedo a lógica capitalista, veem-se colocados em boas escolas onde “estudar para passar no vestibular”, superando a concorrência, é palavra de ordem. Nestas instituições o ensino é forte e consistente. Aprendem muito e sobretudo estão muito bem informados, dadas as facilidades da internet. Quando entram na Faculdade, na enorme maioria dos cursos, chocam-se com o despreparo dos professores e a desorganização. Na esfera pública isso se dá por conta do descuido de décadas – desde a era militar – com o ensino público superior (nas esferas federais e estaduais); e no setor privado, por conta da consideração das entidades de se constituírem uma empresa para dar lucro. Vários anos de rigor acadêmico e muita disciplina de vida ficam sem sentido e muitos, muitos mesmo, descambam para uma libertação quase desesperada, com envolvimento com drogas e em baladas sem fim. E a frustração aumenta ainda mais quando veem os seus amigos mais velhos, que já passaram por isso, não alcançarem bons empregos ou mesmo emprego algum.
Claro que, no Brasil, pode-se ver o acréscimo desse problema com o incremento de algumas políticas de atração de jovens das classes economicamente mais baixas para as universidades e mesmo pela adoção, ainda que em pequena escala, das cotas sociais e raciais. Mas, primeiro, a dificuldade da inserção dos jovens ao mercado de trabalho transcende essas iniciativas, constituindo um problema mundial; segundo, não há uma revolta contra essa inclusão, até porque está em conformidade com a própria pauta da defesa da melhoria dos serviços públicos; terceiro, essa inclusão está muito aquém do necessário e sabe-se bem é inevitável; e, quarto, o problema da frustração pelo desemprego atinge, principalmente, os que foram incluídos nas universidades por tais políticas, que não abalaram, vale lembrar, a lógica privada de ensino.
Fato é que de repente, tendo conhecimento do que já estava acontecendo no mundo, com reações estudantis contra um sistema que não lhes confere oportunidades e que lhes engana, mas também por conta de um sentimento de solidariedade, que é o que também inspira os integrantes do MPL, esses jovens se viram chamados para uma reação nas ruas – não falo aqui da grande parcela de jovens politizada e engajada com as causas sociais de forma convicta que já estava nas ruas e que também se integrava ao movimento. Para os jovens referidos, os denominados jovens despolitizados da classe média foi a oportunidade de soltarem um grito de insatisfação contra tudo que entendiam os estava reprimindo e negando-lhes um futuro e de experimentarem a vida política, exprimindo, também, certa solidariedade.
Esses jovens foram impelidos para as ruas, encontrando-se com a vida política na sua essência, e em vez de terem sido acolhidos pela intelectualidade política, com aproveitamento de sua energia renovadora, foram acusados de “mauricinhos”, direitistas, massa de manobra de um golpe em gestação por conta do medo do que sua energia pudesse provocar em termos da instabilidade do governo. Foram chamados para as ruas, por um movimento com discurso de esquerda, cerraram fileiras com as causas sociais, depois foram convidados a se calar!!! Esse, me parece, foi um grande erro de percepção e de estratégia, até porque carregado de um conceito preconcebido. Não considero que seja correto afirmar, ademais, que a classe média seja, em si, uma classe homogênea, com inspiração necessariamente conservadora ou alheia aos problemas sociais. A maioria dos militantes e teóricos que se dizem de esquerda que conheço pertencem à classe média e, no geral, não me relaciono com pessoas da classe média que sejam reacionárias e retrógradas.
Vale compreender que o que estava pautado até então não era uma discussão “difusa”, como se disseminou. A disseminação dessa ideia se deu em virtude da partidarização do debate, atendendo, inclusive, a um interesse recíproco de conservadorismo. Ambas, direita e governo pautaram a discussão numa perspectiva conservadora, ou seja, sem permitir um debate concreto acerca do modelo de sociedade capitalista, embora a pauta de reivindicações trouxesse, intrinsecamente, tal discussão. O que se tinha era – e ainda é – um enfrentamento generalizado do modelo de sociedade, com o consequente abalo direto da concepção neoliberal. Mas o terrorismo do medo, do golpe de direita e da revolução comunista, instaurado, portanto, por todos os lados, impediu essa discussão, e tudo virou um embate por dividendos políticos deste ou daquele partido.
Claro que veículos de difusão nas redes sociais chamaram muitos desses jovens para as ruas por conta de preocupações pretensamente neutras, mas que serviriam para desestabilizar o governo, tendo sido esse chamado acompanhado, estrategicamente, pela alteração do comportamento da grande mídia sobre o assunto: os “baderneiros” passaram a ser denominados de “manifestantes”. É interessante, aliás, ver como a cobertura da mídia, que antes sempre mostrava os efeitos trágicos no trânsito e o “desespero” das pessoas que estavam sendo impedidas de chegar em casa por causa das manifestações, o que é uma tradição em todas as greves de trabalhadores, mudou de uma hora para outra para uma fala em torno da democracia, da liberdade de expressão, divulgando imagens de pessoas felizes e contentes com as “passeatas”, inclusive de quem estava sendo atingido por elas.
É evidente, portanto, que o movimento cresceu por uma tentativa de guinada a temas desprovidos de conteúdo, incentivados pela grande mídia, para desarticular o discurso de esquerda e, por tabela, para abalar a força do governo federal, retirando, inclusive, o foco das administrações municipal e estadual. Mas as coisas não estiveram sob seu completo domínio – tanto que o movimento nas ruas continuou hostil às emissoras de TV – e a intenção não era, claramente, de golpe, mas de dividendo eleitoral, tanto que se tentou manter sob controle as manifestações, procurando-se deixar claro a todo instante que elas deveriam ser pacíficas. O grito “sem violência” servia tanto contra a ação da polícia quanto contra a ação dos manifestantes, sendo acompanhado do “sem vandalismo”. O fato é que, parece-me, esses jovens possuem um conhecimento que impede que sejam tratados como mera massa de manobra e possuem uma consciência social bem maior do que se imagina.
Todavia, com medo do que estava acontecendo, a reação dos partidos de esquerda passou a ser voltada, exclusivamente, à preservação da estabilidade do governo, com atração, inclusive, dos partidos de esquerda de oposição ao governo. Interessante verificar que as explicações para o momento e a forma de conduzi-lo, advindas da esquerda e da direita, caminharam-se para o centro, como já ocorrera, ademais, por ocasião do anúncio da redução da tarifa, feito de forma conjunta pelo prefeito e o governador de São Paulo. As explicações de parte da intelectualidade governista sobre os movimentos foram exatamente as mesmas que eram difundidas na mídia, a qual era acusada por aquela de estar instigando um golpe de direita. Governo e grande mídia disseram, de forma uníssona, que os movimentos traziam uma pauta “difusa”, incompreensível.
Os teóricos governistas e da direita disseram a mesma coisa, querendo dominar o movimento, mas numa perspectiva conservadora do modelo de sociedade que aí está, destacando, unicamente, alguns pequenos problemas, numa perspectiva pontual.
Assim, enquanto o mundo tem se permitido um debate aberto sobre o capitalismo, visando sua superação ou, ao menos, sua remodelação completa, para dar um sentido renovado à condição humana, a mediocridade da partidarização despolitizada, impulsionada pelo terrorismo do medo, negou esse debate, sendo que, de certo modo, foi aquém da energia que estava nas ruas. Embora houvesse, certamente, muita força retrógrada atuando, a maioria das reivindicações tinha uma conotação social.
Mas, o que se difundiu, estrategicamente, foi uma visão de que não era o povo que estava nas ruas e, quando as manifestações atingiram a periferia e esta não atendeu ao chamado midiático de que fosse “limpinha”, pacífica, novamente impôs-se uma análise conservadora, que interessou de parte a parte. A primeira reação foi negar caráter político ao fato, tratando-o como mera obra de vândalos, bandidos e criminosos (sendo forçoso reconhecer que propósitos meramente criminosos estavam infiltrados em parte desses manifestantes, mas isso também se deu em todas manifestações). Depois, de forma mais elaborada, se disse que a reação nas periferias foi um efeito da política inclusiva do PT, que permitiu a essas pessoas o contato com bens de consumo primários e elas, agora, queriam mais. Mais do quê? Mais consumo. Mais do capitalismo! Salvavam-se, assim, o governo, dito de esquerda, e a direita, pois, ao mesmo tempo vangloriavam as ações do governo e faziam uma apologia do capitalismo. Não se disse que a ação violenta nas periferias era uma reação na mesma proporção da violência que essas pessoas sofreram ao longo de décadas, no que se refere à falência dos serviços públicos, exatamente com saúde, educação, moradia e transporte, sem falar da violência policial, da percepção da injustiça social e do conhecimento da impunidade com relação aos denominados crimes do colarinho branco.
No discurso da Presidente Dilma, a tentativa de equilíbrio, voltada à conciliação dos interesses conservadores, restou muito clara. No que tange às manifestações pacíficas, com conteúdo “difuso”, propôs-se instaurar mecanismos de diálogo para soluções futuras (sabe-se lá para quando), ouvindo-se todos os setores da sociedade. Com relação à reação vinda da periferia, o tema foi tratado apenas como “quebra-quebra”, que deve merecer a ação enérgica de repressão das forças do Estado.
O que acontecerá agora que o Movimento Passe Livre está chamando novas manifestações, mas desta feita na periferia? Parece-me que o Movimento vai se reencontrar com sua origem e os discursos golpistas contra a mobilização terão que buscar outra lógica ou terão, enfim, que reconhecer que há no Brasil uma força efetiva à esquerda, bem além do parâmetro burocratizado, permitindo um real debate por efetivas mudanças.
Por enquanto o legado que o terrorismo do medo deixa é o de que devemos ter medo da democracia, medo de buscar mudanças concretas, medo da política, medo de fazer manifestações, a não ser que sejam com poucas pessoas, conhecidas e com carteirinha do partido. Acho, ainda, que o terrorismo do medo foi provocado por desconfiança com relação à inteligência, o senso crítico, a consciência social, o espírito de solidariedade e a capacidade da juventude de assimilar informações e de realizar correlações, abandonando-se, inclusive, o desafio de conquistar os corações e mentes desses jovens. Essa desconfiança, ademais, se estendeu à população brasileira em geral. A classe trabalhadora, aliás, há muito vem sendo vítima dessa tática do medo, pois foi convencida de que não pode radicalizar suas pautas, para não gerar o risco de enfrentamento do poder econômico com o governo que, afinal, pertence aos trabalhadores, como se diz, provocando com isso até o acolhimento de pautas de redução de direitos.
Mas, mesmo reconhecendo a complexidade em que se transformou o movimento, não se pode, simplesmente, querer calar as ruas e menos ainda diminuir a importância de seu grito, que, ademais, continuará ecoando queiramos, ou não, dessa forma ou de outra, agora ou depois, pois a sensação da cidadania experimentada foi um caminho sem volta. Essa vitória do movimento em torno da consciência da força da mobilização não será perdida, por mais que não se queira destacá-la.
É hora, ademais, de produzirmos lógicas racionais que vislumbrem a complexidade do mundo e respeitem a nova inteligência humana.
Não é possível que o Brasil continue como está, e mesmo não se pode acatar a irracionalidade de afirmar que tudo é culpa do PT e que o PSDB tem a solução. Mas também não se pode ter o medo de que as mazelas sejam expressas, pois só assim, exercendo com plenitude a democracia, é que se pode produzir alguma racionalidade para a superação, por meio das instituições democráticas, da realidade presente, que tem raiz em passado longínquo, vale lembrar. A leitura marxista da história exige, ademais, a produção do conhecimento científico, a busca da verdade, superando as versões falseadas dos fatos, postas para atender interesses não revelados, de qualquer natureza, sendo que uma forma básica para se identificar a cientificidade do debate é a demonstração de coerência e correspondência.
A política dentro dos partidos é relevante, mas não se faz política apenas dentro dos partidos. A política se faz, também, por reações espontâneas nas ruas, que, posteriormente, vão se articulando. O próprio PT surgiu assim. Ou alguém vai dizer que as mobilizações dos sindicatos na década de 70, lideradas pelo ex-Presidente Lula, não foram políticas porque não tinham partido? Além disso, a política não pode ser alheia à ciência e esta, para exercer o seu papel, não pode ser atrelada aos limites de interesses eleitorais, ditados pelo medo dos dividendos que uma verdade possa conferir ao adversário político.
É momento, pois, de superar a ignorância, alimentada pelo medo, e as formas fingidas de se posicionar. Penso que ainda veremos grandes mudanças no mundo, que serão necessárias e inevitáveis diante do estágio de estagnação do modelo capitalista de produção, mas não considero que um modelo socialista possa ser imposto, ditatorialmente, às pessoas, com supressão da liberdade e da lógica democrática e, mais ainda, a partir de uma construção ideológica que despreze a realidade. As experiências históricas neste sentido foram fracassadas e, ademais, não se pode pensar uma sociedade socialista sem o conjunto das pessoas e, menos ainda, com pessoas impregnadas pela lógica capitalista, lembrando sempre que o capitalismo é um modo de ser da sociedade, não apenas um modelo de produção. Além disso, o que está em jogo não é o dividendo eleitoral ou acadêmico que uma ou outra ideia possa ter para esta ou aquela pessoa ou algum partido político. O que se discute é, na essência, a condição humana e quais são os arranjos sociais que possam favorecer a valorização de um ser humano menos egoísta, não consumista, mais solidário, mais culto, mais humano, enfim, com permissivo real à efetivação dos preceitos da liberdade e da igualdade.
A juventude que foi às ruas, ainda que boa parte dela tenha sido impulsionada por um apelo apartidário e despolitizado, está na base material dessas discussões e tem total condição de compreender as questões acima tratadas e, de forma surpreendente para muitos, possui propostas que vão muito além daquelas a que tem chegado a esquerda burocratizada. Há que se ouvir a juventude, sempre. Dizem que um problema de a esquerda não se integrar com coragem ao movimento das ruas é o de que esses jovens tendam aos quadros do raciocínio reacionário e retrógrado. Acredito que o maior risco é o da percepção por parte desses jovens da inconsistência teórica e prática de alguns dos considerados partidos de esquerda, abrindo-se o espaço para o novo, e não o de que se disponham a lutar por valores conservadores, que desprezam, no mínimo, a crítica ao neoliberalismo, pois estão sendo assolados por seus efeitos.
Não é possível saber, para onde estamos caminhando, mas o mundo não está parado e já se moveu. O Brasil não será mais o mesmo. As mobilizações sociais na luta por serviços públicos adquiriram em curtíssimo tempo, tão curto que pode ser apontado como um corte revolucionário, o senso comum, ainda que ditado por uma mídia comprometida com propósito político diverso. Trata-se trata de manifestações políticas legítimas, superando-se o tradicional e reacionário paradigma do direito de ir e vir. Esta revolução foi uma vitória incomensurável para os movimentos sociais e para a classe trabalhadora em geral.
Carrego o otimismo de que estamos dando um passo decisivo adiante. Ao menos por enquanto, é possível professar que há um reclamo geral para a construção de um mundo no qual se possa dizer, com fundamento teórico, o que se pensa, com respeito às posições contrárias, com exigência apenas do apelo à racionalidade e o requisito de que a ideia defendida sirva ao conjunto da humanidade.
Não se deve deixar derrotar pelo terrorismo do medo, sendo, ademais, relevante exaltar as vitórias já conquistadas pelas manifestações, atribuindo os méritos a todos que delas participaram, e não a uma elite política e intelectual; pois, do contrário, restará a sensação de que a luta nas ruas, pelos riscos que gera, não vale a pena, amordaçando e burocratizando a ação política, recriminando os valiosos integrantes do MPL e propugnando que a política só pode ser feita em campos limitados, sob o controle dos ajustes conciliados, com o pretexto de se preservar a governabilidade. Lembre-se que "Tudo no Estado, nada fora do Estado, nada contra o Estado" é uma concepção fascista, uma forma indireta de negar a política dos movimentos sociais espontâneos e a relevância dos partidos. E vale avaliar em que medida a vinculação dos sindicatos à base aliada do governo nos últimos anos provocou desmobilização e perda da capacidade de organização da classe trabalhadora que, inclusive, na visão do terrorismo do medo, estaria levando um banho de um “bando de jovens despolitizados”, que se organizaram, sem qualquer teorização, a partir de um único chamado na rede social – o que não me parece ter ocorrido desse modo tão simplista, como demonstrado.
Pessoalmente, não quero conviver, silenciosamente, com o engodo, em uma sociedade que se diz socialdemocrata, mas que preserva interesses econômicos de grande conglomerados econômicos, que enuncia um enorme quadro de direitos sociais e não os aplica, que institui Comissões da Verdade, mas que não quer, de fato, que a verdade seja revelada, que cria uma Comissão de Direitos Humanos e a faz presidir por uma pessoa que não tem noção do que sejam os Direitos Humanos e que se apresenta, na realidade, com profundas injustiças sociais.
Não sei qual é a verdade. Tenho mais dúvidas do que respostas. Mas não podemos ter medo de buscar a verdade e as manifestações nas ruas, com toda sua complexidade, servem, sobretudo, para nos ajudar nesta busca. A população está redescobrindo o espaço público e este é um ato essencial até mesmo para redescobrir a política e o convívio humano, que, nas passeatas, retirando os atos mais exaltados de alguns, chega a emocionar.
Cumpre às instituições, sobretudo aos partidos, compreenderem o alcance das mobilizações e estabelecerem diretrizes concretas para efetivarem, com urgência, seriedade e verdade, as reivindicações levadas às ruas, que não são despropositadas, vez que estão, a maior parte delas, consagradas na Constituição de 1988, que foi, vale lembrar, o pacto social já realizado – e até hoje não cumprido, sobretudo no aspecto dos direitos sociais – para superar o momento de crise instaurado no início da década de 80, quando a democracia começava a florir e as pessoas, da mesma forma como agora, cansadas das mentiras de um governo que prometia “tudo pelo social”, mas que nada fazia de concreto neste sentido, foram às ruas em passeatas, chegando mesmo a promover alguns saques.
Devemos aprender com a história e não podemos ter medo da democracia. Não devemos ter medo das contrariedades manifestadas, que constituem, ademais, a matéria-prima da produção da inteligência. Quando alguém vai às ruas com placas de reivindicações, às vezes contraditórias e confusas, não está participando de um golpe. No ano passado, vários estudantes da USP que ocuparam as ruas de São Paulo, com os lemas “Fora PM”, “Fora Rodas”, “Fora Alckmin”, queriam que os preceitos democráticos fossem respeitados. Estas são formas de expressão naturais do panfleto das ruas, que traduzem um sentimento, que devem ser assimiladas pela democracia e avaliadas intelectual e culturalmente, seguidas da reflexão sobre as razões da insatisfação. O grito tinha, em si, a razão de ser contra os resquícios da ditadura que ainda regem aquela entidade, gerando falência dos mecanismos de diálogo e uma atitude intolerante com relação às contestações, atingindo, sobretudo, a ação sindical, intolerância esta que foi reforçada com o apelo à violência da repressão policial, que é mais grave ainda em se tratando de um ambiente acadêmico propício à formação e à difusão de ideias.
Há de se perceber, por oportuno, o grande avanço do momento presente, pois, quando a repressão na USP ocorreu, houve uma rejeição generalizada tanto por esta mesma parcela da população que está nas ruas, quanto por aqueles que hoje acusam a existência de um golpe articulado. E, queiramos ou não, o momento presente deve trazer os legados de que as manifestações políticas não serão mais reprimidas com violência policial e de que o ambiente escolar não é lugar para atuação articulada e ostensiva da Polícia Militar.
O que se verifica concretamente das manifestações presentes, ademais, é que não há uma contrariedade tão grande assim entre a maioria das reivindicações. Por mais que se tente alimentar o medo em torno do reacionarismo ou golpismo de parte dos manifestantes ou que se possa partir da leitura que se faça do movimento, a quase totalidade das reivindicações refere-se mesmo a direitos sociais, do que não se desvinculam, de certo modo, também as pretensões que giram em torno da corrupção e da moralidade administrativa, pois o furto do dinheiro público e o seu desvio para atender interesses privados, somados à sonegação, em última análise, são o que dificulta a promoção dos direitos sociais: saúde, educação, transporte e moradia. Além de  enfraquecer o Estado, na qualidade de garantidor da efetividade dos direitos trabalhistas e previdenciários.
Como já disse, é impossível prever o alcance das manifestações e não se pode negar a tentativa de desvirtuá-las para outras pautas, mas que ainda assim são importantes para o Brasil se conhecer. No mínimo, não se pode perder o momento para conduzir o governo a uma pauta verdadeiramente social, pois este é o menor alcance da maior parte das reivindicações que está nas ruas. Mas deve-se fazê-lo com rapidez, porque estes jovens insatisfeitos representam a sociedade do “click”, da mensagem “on line”, e não querem mais a lógica antiga da formação de comissões que conduzem a lugar nenhum. Seria, ademais, um efeito muito ruim abdicar do papel de auxiliar na conscientização dessa energia política e social revelada, em forma de explosão, por essa juventude, que está contagiando toda a sociedade, uma sociedade que, ao se revelar, da forma como tem feito, contra a corrupção e em favor dos direitos sociais, parece estar disposta, enfim, também, a rever seus maiores problemas que são a desigualdade social, o racismo, o machismo, o preconceito, a segregação, a intolerância e a rejeição aos movimentos sociais e às mobilizações dos trabalhadores. Ao menos essa sociedade precisa ser desafiada a enfrentar esses problemas. Estão pedindo providências do governo, então é o caso de verificar o quanto todos estão dispostos a contribuir para que se efetivem as soluções.
No que me concerne, até porque devo isso a meus alunos, como forma de demonstrar coerência, concluo dizendo que o terrorismo do medo do mal maior, ou a lógica da acomodação ao mal menor, não vai me obstruir a mente, deixando claro que não tenho medo da direita que se manifesta. Não tenho medo mais da mídia que tenta manipular, pois, diante do poder de informação da internet, a mentira sempre se revela. Tenho medo da direita que não se apresenta, assim como tenho medo da esquerda que se omite ou que se diz ser o que de fato não é. Tenho medo da ignorância, traduzida pela negação das investigações científicas. Não tenho medo do grito. Tenho medo do silêncio, pois é nele que se operam as tratativas, as negociatas e os conchavos. E devemos todos ter medo mesmo é do silêncio que se tenta impor a quem pretende e tem alguma coisa a falar!

Jorge Luiz Souto Maior é professor livre-docente do Departamento de Direito do Trabalho e da Seguridade Social da Faculdade de Direito da USP.


http://www.cartamaior.com.br/templates/materiaMostrar.cfm?materia_id=22239&editoria_id=4

quarta-feira, 8 de maio de 2013

Natureza

Vi que não há Natureza,
Que Natureza não existe,
Que há montes, vales, planícies,
Que há árvores, flores, ervas,
Que há rios e pedras,
Mas que não há um todo a que isso pertença,
Que um conjunto real e verdadeiro
É uma doença das nossas ideias.

Alberto Caeiro

domingo, 28 de abril de 2013

outono







Quando, Lídia, vier o nosso outono
Com o inverno que há nele, reservemos
Um pensamento, não para a futura
Primavera, que é de outrem,
Nem para o estio, de quem somos mortos,
Senão para o que fica do que passa
O amarelo atual que as folhas vivem
E as torna diferentes.


Ricardo Reis, in "Odes"
Heterónimo de Fernando Pessoa

quarta-feira, 6 de março de 2013

sobre Chávez


“Todo mundo gosta de simpatizar com favelas, de fazer caridade. Caridade é o que existe de mais fashion no novo capitalismo global. Faz as pessoas se sentirem bem e, ao mesmo tempo, despolitiza a situação. (...) Todos querem fazer caridade, mas nem todos querem incluir a favela na política. Chávez viu que não incluir todos os excluídos significa viver em uma permanente guerra civil. Por isso ele viverá para sempre, acho."

filósofo esloveno Slavoj Žižek, Porto Alegre, 5-3-2012.

domingo, 3 de fevereiro de 2013

do Saramago...

"Não tenhamos pressa,  
mas não percamos tempo."
José Saramago

Apólogo da vaca lutadora

Não invento nada. Faço esta declaração imediata porque adivinho já os sorrisos solertes ou desconfiados daquela gente para quem o extraordinário é sempre sinónimo de mentira. Essas pobres pessoas não sabem que o mundo está cheio de coisas e de momentos extraordinários. Não os vêem, porque para eles o mundo aparece como coberto de cinzas, comido de verdete baço, povoado de figuras que usam roupas iguais e falam da mesma maneira, com gestos repetidos sobre gestos já feitos por outros desaparecidos seres. É gente para quem talvez não haja remédio, mas a quem devemos continuar a dizer que o mundo e o que está nele não são o tão pouco que julgam.
Isto me lembra um pequeno incidente ocorrido aqui há dias, que foi também extraordinário, pelo menos tanto, ou talvez mais, nunca se sabe. Ia eu a subir a minha rua, sossegada rua onde acontecem de vez em quando umas discussões, umas zaragatas de gente triste, e era já perto da meia-noite, quando vejo a pouca distância, especado no meio do passeio, um homem que gesticulava e falava alto. Fazia gestos largos, violentos, como se estivesse a transmitir para muito longe uma mensagem cujo sentido ninguém decifraria. Como qualquer pessoa que do álcool faça apenas consumo normal ou abaixo da média, tenho um certo receio instintivo dos bêbados. Para mim, saíram da humanidade do mundo, e criaram por lá umas leis que não conheço. A irresponsabilidade de um bêbado tolhe-me a palavra. Singularmente, é também o que me acontece com as crianças: nunca soube como havia de falar-lhes.
Volto ao assunto: Hesitei, mas obriguei-me a continuar o caminho, desse por onde desse. E fiz bem, pois ali me aconteceu a tal extraordinária coisa, que teria perdido se tivesse atravessado para o outro lado da rua, como cheguei a pensar. Ao passar ao lado do homem, que continuava a fazer gestos e a falar violentamente, vejo-o estender o braço para mim, de rompante. Não cheguei a assustar-me. Tinha na frente a mão aberta, estendida com um ar de fraternidade imperiosa a que não me era consentido fugir. Dei-lhe a minha mão e ficámos, de olhos nos olhos, em silêncio, qual o bêbado, qual o lúcido. E tenho de declarar que raras vezes na vida apertei mão tão firme e tão quente, tão densa e tão franca. A aspereza da pele vibrava na minha como uma comunicação viva. Quanto tempo durou isto? Nem um segundo, mas estas coisas não se medem pelo tempo.
A história que eu decidira contar e que o título resume, levou muito mais tempo. Foram doze dias e doze noites nuns montes na Galiza, com frio, e chuva, e gelo, e lama, e pedras como navalhas, e mato como unhas, e breves intervalos de descanso, e mais combates e investidas, e uivos, e mugidos. É a história de uma vaca rodeada de lobos durante doze dias e doze noites, e foi obrigada a defender-se e a defender o filho. Poderemos imaginar esta longuíssima batalha, esta agonia de viver no limiar da morte, de ter de lutar por si mesma e por um animalzinho débil que não sabe ainda valer-se? Um círculo de dentes, de goelas abertas, as arremetidas bruscas, as cornadas que não podem falhar. E também aqueles momentos em que o vitelo procurava as tetas da mãe, e sugava lentamente, enquanto os lobos se aproximavam, de espinhaço raso e orelhas aguçadas.
Não imaginemos mais, que não podemos. Digamos agora que ao fim dos doze dias a vaca foi encontrada e salva, mais o vitelo, e levados em glória para a aldeia, como heróis atrasados daquelas antigas histórias que se diziam às crianças para que aprendessem lições de coragem e de sacrifício. Mas este conto é de tal maneira exemplar, que não acaba aqui: vai continuar por mais dois dias, ao fim dos quais, porque se tornara brava, porque aprendera a defender-se, porque ninguém podia já dominá-la ou sequer aproximar-se dela, a vaca foi morta. Mataram-na, não os lobos que em doze dias vencera, mas os mesmos homens que a haviam salvo, talvez o próprio dono, incapaz de perceber que, tendo aprendido a lutar, aquele conformado e pacífico animal não poderia parar nunca mais.
Queria eu contar esta história, simplesmente, sem extrair dela qualquer moral, tanto mais que não estou aqui para dar lições. Mas veio meter-se de permeio a história do bêbado a quem apertei a mão, e agora não sei por que no meu espírito se aproximam as duas histórias, quando todos nós (eu e os leitores) claramente estamos a ver que nada têm uma com a outra. Decido deixar aqui estes dois casos, sem comentários. Fiquemos a pensar neles como quem, devagar, mexe em dois objetctos de uso desconhecido, à espera de uma chave que os abra ou de encontrar o lado que lhes é comum.

José Saramago, A bagagem do viajante: crônicas.